Quienes hemos seguido la obra poética de Enrique Abad reconocemos en ella, como una constante distinción, una intensa fuerza expresiva de las emociones que emanan de los sentimientos claramente expuestos e hilvanados poéticamente.
La poesía es el modo más directo para la expresión de sentimientos y este poemario, que rebosa en todas sus páginas la intensa expresividad de su autor, nos traslada las contradicciones emocionales que llegan a surgir, en un mundo en donde las inquietudes y las pasiones conviven, y son plasmadas en muchos instantes con la crudeza de la
situación o con la sutileza de matices que el momento requiere.
Memoria del silencio viene a ser, de alguna manera, una transición a las emociones que en otros poemarios anteriores de este autor se venían transmitiendo, sin perder por ello el sentido existencialista de las relaciones, pero con un contrapunto sensitivo diferente y reflexivo, en clara intimidad con la realidad objetiva que las relaciones
humanas traen consigo.