Este libro recopila a grandes rasgos las principales anécdotas de mi azarosa e intrépida vida, seleccionadas de entre el caleidoscopio de mis recuerdos. Describo solo lo que recuerdo bien, y lo que no, ni lo intento.
Recordaba tan claramente el día en el que con casi cinco años me empeñé en meterle en la boca a mi hermano, que solo tenía algunos meses, una riquísima croqueta, que su aparición en este libro fue indudable. Al final me ha salido un libro casi casi de «hazañas biológicas» y aunque algunas veces al releerlo me han parecido de ficción, debo reiterar como ya he advertido en varias páginas, que todo lo que escribo es real; es extraño encontrar libros con este enfoque, por eso parece irreal.
Cuando describo algunas anécdotas, a veces tengo la impresión de que cuando las experimentaba o bien estaba loco, o, al menos, era bastante inconsciente. Un buen ejemplo de ello es cuando subí «a pelo» hasta el borde del cráter de la isla de Alegranza; o cuando con un detector de metales, que me costó unas 3000 pesetas en el rastro de Madrid, buscaba minas antipersona en el Sahara mauritano para poder acceder a la gran colonia de focas monje. O incluso cuando me pasé dos tórridos veranos estudiando de tú a tú a las venenosas serpientes de cascabel en el norte de México. Me sorprendí bastante cuando mis viajes me revelaron cosas que, pese a mis múltiples y continuas lecturas, no sabía que aún existían, como los leprosos de Madagascar, las focas monje de Hawaii, las tortugas marinas en las islas de Cabo Verde, etc.
Y finalmente, cuando realicé una incursión por el territorio del antiguo Sahara Español, entre otras cosas descubrí la existencia allí en la primera mitad del siglo XX del general Francisco Bens, con cuyas andanzas en el desierto me sentí claramente identificado. Espero que tú, lector, disfrutes leyendo el libro tanto como yo viviéndolo primero y escribiéndolo después.