Ernesto Luque puede presumir (y lo hace) de tener una vida estable, tranquila y relativamente exitosa…, hasta que, en un instante (lo que se tarda en firmar un papel), su mundo se desmorona.
A través de su innata capacidad de venirse arriba con las pequeñas cosas y ayudado por lo que él considera «señales» de la providencia, decide reinventarse y volver a moronar lo que se había desmoronado.
Y así, moronando tranquilamente, aparece algo inesperado y desconocido para Ernesto que lo impulsa y guía en su proceso de reconstrucción vital: el vino.
Memorias de un submiller no es un libro de vinos. Bueno, un poco sí, pero es muchísimo más. Es una historia de superación, de madurez, de renacimiento. Es un canto a la esperanza, al perdón, a las segundas (y terceras, y cuartas…) oportunidades. Es una defensa del derecho a equivocarse, a reconocer el error, a aprender de él y a seguir adelante.
Es un libro que te gustará si te apasiona el vino, y te apasionará si aún no sabes que te gusta (porque es imposible que el vino no te guste, en todo caso, aún no te has dado cuenta). Una historia de amor a la vida que te hará reír y llorar en distintos momentos, imbuido en la simple complejidad de la personalidad de Ernesto y su montaña rusa de emociones.
Memorias de un submiller. Una historia de amor al vino.
Una historia de humor al vino.