Si tienes párkinson, eres una persona afortunada y te voy a decir por qué. Antes de que esta enfermedad se metiera en mi cuerpo, yo era una persona normal. Cuando el neurólogo me confirmó que padecía esta enfermedad, me enteré de que se trataba de una enfermedad neurodegenerativa, de origen desconocido, progresiva e incurable. Lo acepté y le dejé claro al párkinson que el enfermo era él, yo jamás estaría ni sería el enfermo. El párkinson y mi edad no los he considerado obstáculos, sino oportunidades que me ofrece la vida para superarme. Gracias al párkinson, hago ejercicios físicos: boxeo, baloncesto, ochenta flexiones en un minuto (videos en YouTube), bailo, toco txalaparta… y cognitivos: escribo libros, doy conferencias, pinto, enseño el arte de disfrutar enseñando y aprender como un sabio. Convierto lo negativo en positivo. Estudio el mundo de las neuronas, llevo un diario y, aunque haya estudiado en la Universidad de Colonia, Pitman of London, hable seis idiomas, etc., sé que no sé nada. Y esto es maravilloso, porque me queda todo por aprender. Creo en mí. Tengo la suerte de ser un niño de siete años que se niega a crecer y que sigue cometiendo errores. Inventor de palabras: NERVIA, un acrónimo de neuronas, espejo, resiliencia, voluntad, intuición y actitud. Las posibilidades de ser feliz son infinitas. Tan solo con poder andar soy feliz.