Para hacer más inteligible la eclosión de las vanguardias artísticas en la 1ª década prodigiosa del siglo XX, el autor de “mi paseo por la Belle Epoque y las Vanguardias” retrocede en los capítulos iniciales al simbolismo de ensueño y musicalidad, sin olvidar a los escritores modernistas y los pensadores de la existencia (existencialistas), entre los cuales nuestros compatriotas Unamuno y Ortega ocupan un lugar privilegiado. El autor echando la vista atrás bucea y rescata la figura del genial, avanzado y progresista William Blake, a veces injustamente olvidado e indudable precursor del simbolismo más incipiente y puro. Por estas páginas desfilan Ramón Gómez de la Serna, Moreno Villa, la generación del 27 -algunos de ellos surrealistas en la Residencia de Estudiantes de Madrid antes de que Breton promulgara su manifiesto surrealista-. Los cafés de Madrid, lugares recónditos y mecas del intercambio de conocimientos y del saber. Manet ya ha superado la tridimensionalidad, se ha distanciado de la contaminación escultórica y Cézanne ha entendido muy bien este primer paso hacia la modernidad. Cézanne es rechazado por gran parte de los impresionistas. El autor se centra en la cosmopolita y permeable Barcelona, en la taberna bohemia y modernista Els Quatre Cats donde Picasso va a exponer sus obras por primera vez. Esta urbe sirve de puente con París durante los primeros años de siglo al artista malagueño, hasta que se instala definitivamente en París (1904). Picasso y sus amigos (La banda de Picasso), personajes de la Belle Epoque, musas (Misia Sert, La marchesa Casati), cortesanas, los ballets rusos de Diàghilev y su bailarín Nijinsky, Stravinski, Erik Satie … desfilan sin respiro en estas páginas que destilan a la vez una singular comunión entre tradición-clasicismo y modernidad o ruptura incluso. Se describe el nacimiento de las Vanguardias; la primera revolución protagonizada por los fauves de forma lenta, se gesta a partir del primitivismo simbolista de Gauguin y la expresividad de Van Gogh. El cubismo irrumpe de forma brusca en los talleres de Baque y Picasso simultáneamente; éstos interpretan mejor las enseñanzas y cuestiones planteadas por Cézanne, que los seguidores de Matisse (fauves)los cuales se centran en el color. Ambos muy influidos por el arte primitivo e ibérico, igual que los impresionistas y postimpresionistas se habían fijado en el niponismo “ukiyo-e”. Para la abstracción, líneas, puntos y colores permiten la emancipación del arte no sujeto a ningún objeto ni temática a medio plazo la influencia de la abstracción en el expresionismo abstracto americano será capital, y en el informalismo español. El mundo artístico e intelectual se ha mudado después de la 1ª GM desde el barrio bohemio de Montmartre ha cruzado el Sena hacia Montparnasse, “ombligo del mundo” que recibe a la Generación Perdida Americana, Man Ray, el Jazz, Escuela de París y a los que respiran surrealismo dispersos por cualquier parte del mundo. El autor finaliza su extenso recorrido pasando de puntillas por las postvanguardias, menciona a los grupos de intelectuales y artistas surgidos tras la 2ª GM en Barcelona (Dau al Set y antes el grupo ADLAN) y en Madrid al grupo El Paso, que elabora un informalismo ibérico y a la vez de raíces europeas en respuesta al expresionismo abstracto norteamericano. Canogar, Saura y Tápies, los mejores exponentes de este movimiento español. Para finalizar mencionando el arte pop, que adquiere matices genuinamente españoles (crítico y políticamente comprometido), frente a anglosajón, que pondera la sociedad de consumo y la propaganda. De aquí que el padre del pop y precursor de las perfomances, el británico Hamilton, reconocerá la influencia que habían ejercido en él Duchamp y el futurismo, precursores –medio siglo antes- de las técnicas de marketing y propaganda.