La vida del médico rural siempre ha sido dura y más hasta hace relativamente pocos años. Enfrentado a una atención a sus pacientes durante las 24 horas del día, a la lejanía de los centros hospitalarios y, sobre todo, a su soledad, se ve acosado permanentemente por un agobio que no conoce pausa ni siquiera para comer o dormir.
Sobre este sustrato, se teje la historia de este libro. Da la aparente casualidad de que su protagonista se llama igual que su autor aunque no queda claro en que medida se solapan ambos personajes. En estas páginas, desfilan la vida cotidiana, las pequeñas aventuras de todo tipo, los presagios de una Medicina que se aproxima a su extinción y las reflexiones sobre el verdadero papel que el médico representa en el devenir de los enfermos. Todo ello
aderezado con toques de humor, algo de truculencia, cierto cinismo y hasta un rencor no disimulado sobre los que planea el hálito del desengaño paliado solo por una llamada a la comprensión entre las personas.