Durante mucho tiempo he tenido la oportunidad de tratar con muchos ministros de Dios y asistir a varias congregaciones y he percibido algo en común en muchos pastores: saber sufrir en silencio. Ser pastor es un trabajo muy fatigoso y comprometido, a la vez que muy exigente con uno mismo y con los demás. Y lo que es cierto, entre tantas cosas que pasan en las congregaciones, es que pocas veces se tienen en cuenta los sentimientos y emociones del pastor. Muchos pastores sufren en silencio por culpa de ciertos comportamientos de algunos miembros e igualmente de algunas circunstancias negativas para la iglesia. El ministerio pastoral es uno de los ministerios más complejos. Realmente muchos no han entendido su dureza y sacrifico. Algunos piensan que el pastor no llora, que el pastor debe mantener siempre una sonrisa delante de los hermanos, que el pastor debe tener siempre una palabra de ánimo y consuelo para otros, pero ¿quién se ocupa del pastor?