Para desconectar del malestar que le causa su decepcionante situación laboral, Gisela emprende un viaje rumbo al norte. En los paisajes y la naturaleza de esa zona pretende recuperar el recuerdo de una visita anterior que dejó en ella una buena impresión. Pero en esta ocasión va a encontrar mucho más.
La casualidad la llevará hasta un pueblo tan pequeño que ni siquiera aparece en el mapa. Destaca en él un viejo edificio, un monumento involuntario que todavía deja oír las voces familiares de sus antiguos moradores a través de las cuencas vacías de sus ventanas. Las historias que en su día albergara el edificio y la respuesta a las vivencias -consecuencias directas y flecos de la guerra civil- que los habitantes de la localidad comparten con la protagonista le ofrecerán una perspectiva diferente desde la que observar y observarse, e influirán en el objetivo de su propio proyecto personal.