Posterior a la guerra «anticivil española», la represión del régimen franquista obliga a muchos ciudadanos españoles a emprender el exilio. Otros «enseñaron los dientes» en circunstancias infrahumanas dentro del país. El principal actor de esta cruel historia sufriría en sus carnes los más severos castigos que una persona adulta pueda soportar. A la edad de siete años es abandonado a las puertas de un asilo de ancianos, detenciones policiales, torturas, el «paseíllo por el monte», el exilio y otras aberraciones que el miedo le impide narrar aún. Este niño sin infancia, sin juventud, sin identidad, crecería en un ambiente tan hostil como inhumano, comenzando a muy tierna edad a interpretar el odio como una herramienta muy útil para resistir frente a su azarosa existencia y los «golpistas» de turno. Odio que empuje hacia adelante, inclusive hasta perder la razón por la cual estás luchando.