Nadie es para siempre navega el océano de las emociones humanas: el dolor, la pérdida, la soledad, el desamor, el inconformismo, la nostalgia, la resiliencia, la esperanza…
Sus páginas sortean las espinas provocadas por la ausencia de un ser querido y surcan las fases del duelo hasta llegar a la rosa; hasta alcanzar la capacidad de aceptar lo inexorable y reconciliarse con el mundo interior de cada uno, aprendiendo a asumir la marcha de alguien no como una pérdida, sino como un cambio, como una transformación de la añoranza en regocijo.
Es poesía escrita desde la entraña, transparente, conciliadora, curativa y terapéutica para el alma.