Nunca hubiera imaginado Víctor Anglada que su vida pudiera interesar a alguien de la forma en la que afectó a Blanca González del Río, y que el estudio profundo que hizo sobre él sirviera para realizar su tesis doctoral en Psicología.
Víctor Anglada vivía en una casa grande en el centro del pueblo, con su perrillo marrón de pelo largo. Es propietario de buenas tierras y da trabajo a muchos. Un día decide buscar en la ciudad a una mujer que quiera casarse con él y vivir en el pueblo.
Tras conocer a Laura, Víctor siente que aquella es la mujer que él buscaba. Aunque es casi una niña y han de pedir autorización por ser menor, deciden casarse de inmediato. El hijo se hizo esperar, pero cuando al fin llega el pequeño Pablo, su vida cambia de manera total. Pasan los veranos en la masía, allá arriba en el monte, donde los atardeceres son únicos y la paz y el silencio lo inundan todo. Uno de los trabajadores, venido del sur, de nombre Rafael, es un hombre con una personalidad arrolladora y congenian desde el primer instante, pasando a ser para Víctor el hermano que nunca tuvo. Víctor recuerda aquellos días con añoranza y dolor. Su sufrimiento es inmenso; pero aún no puede descansar, tiene que esperar, no mucho tiempo ya…