La convicción de que nunca habrá ningún segundo amor como el primero, tan radical y excesivo, además de puro e ingenuo, llegando como un rayo, y en el caso de E., marchándose como un trueno. La certeza de la imposibilidad de olvidar para tener presente que una vez se amó, además: si uno olvida se queda sin pasado.
Pero ante todo: una confesión de perdón, para poder seguir viviendo; para que lo leas.
Ésta es la historia de E. que conoce a N. Y de N. que conoce a E. Después nada volvió a ser igual, no fue posible, y seguramente tampoco se querría en caso de que se pudiera.
¿Fueron ellos, dos seres obligados a encontrarse? La pregunta fundamental es: ¿Era algo inevitable, incapaz de no manifestarse en sus realidades?
E. nunca imaginó que la vida podría quitarle lo que le había regalado. Tan sólo era un niño con un amigo nuevo que no quería nada más que eso, su amigo.
¿Quién no ha conocido la sensación de tener hambre, pero no hambre sino un agujero enorme, el mismísimo vacío en su estómago, y no poder comer absolutamente nada, ni apenas beber un vaso de agua?