Narra nuestra aventura y las anécdotas vividas durante ciento ocho días navegando por los mares y océanos de la tierra, visitando y conociendo nuevos pueblos, culturas y personas con otras culturas y costumbres. Mientras no se cruzó la COVID-19 en nuestro camino, todo ha sido fantástico y divertido. Cuando se declaró la pandemia en el mundo, todo cambió, permanecimos 45 días confinados en nuestro pequeño mundo, el barco en el que viajábamos. Durante estos días sin pisar tierra, vivimos venturas no tan divertidas, los primeros quince días de confinamiento, la mayor de las preocupaciones era el que podíamos llevar con nosotros alguna persona contagiada, como sabíamos que sucedió en algún otro barco. En este tiempo, cuando algún pasajero tosía o estornudaba, todo eran preocupaciones, las recomendaciones eran taparse la boca con el codo y lavarse las manos con el gel que colocaron por todas partes del barco. Cuando pasaron los quince largos días, el capitán médico nos informó de que estábamos libres del virus, ¡fue todo un gran alivio! El mundo entero estaba con grandes problemas, con muchos muertos y millones de infectados. Nosotros estábamos a salvo, pero teníamos otros problemas, los puertos y aeropuertos de muchos países comenzaron a cerrarse, nos encontrábamos en Sídney, Australia, donde ya no pudimos bajar a tierra, tuvimos que abandonar el puerto sin repostar combustible ni alimentos. Estuvimos fondeados en la costa y luego dando vueltas hasta encontrar un lugar en el océano Índico donde, mediante barcazas y nodrizas, poder aprovisionarnos para continuar el viaje. Todo lo sucedido después han sido problemas que el capitán fue solucionando hasta nuestro desembarque en la ciudad de Marsella.