Justificar la aparición de un libro como el presente, en torno a cómo la escuela —nuestra escuela— está siendo cuestionada, des de diferentes instancias, no resulta fácil ni reconfortante. Y es que ni sus protagonistas —alumnado y profesorado—, ni los usuarios —directos, como las familias, e indirectamente la sociedad en general—, ni los políticos responsables del sistema, se muestran complacidos.
Lamentablemente, todo apunta a que una parte del alumnado no se “siente” a gusto en el sistema. Justamente el objeto de nuestra atención, es el fenómeno del absentismo escolar, por parte de nuestros estudiantes adolescentes y el subsiguiente abandono del sistema, con el consiguiente perjuicio —demasiadas veces dramático e irremediable—, para todos. Y esto es especialmente grave —y frecuente— en la adolescencia, período al que los investigadores no dudan de calificar de “crucial”, para la consolidación de la personalidad de los sujetos.
Y aunque no resulta nada fácil dar respuesta —efectiva y convincente— a una tal problemática e instrumentar estrategias de intervención —positiva y solidariamente— que neutralicen —y mejor aún prevengan— un tan poco deseable fenómeno, nos arriesgaremos a proponerlo y nada nos complacería más que contribuir a minorar-lo y a abrir nuevas esperanzas.