Entre textos y dibujos, el lector se asomará a distintos sucesos brevísimos de la vida (o, mejor dicho, de las vidas) de Omíximo. Se irá desplegando una combinación de momentos jocosos, que acaso dibujarán en el rostro del curioso más de una sonrisa, con otros de matiz trágico que posiblemente susciten el recuerdo de algún saber olvidado. Unos los descubrirá con el ritmo dinámico propio de la consulta psicológica, otros con el tono más tajante connatural a la sentencia filosófica (¡Omíximo es capaz de ventilar, en una sola frase, la mismísima duda entre libre albedrío y determinismo!).
Pero, ¿quién es Omíximo? Igual que una puerta entreabierta, nos permite espiar lo que pasa al otro lado, gracias a las páginas de esta obra lo sorprendemos sirviendo a un sultán, como cliente de un restaurante, navegando en kayak, trabajando de policía, hablando con su hija… No solo desempeña papeles de lo más variopinto, sino que lo descubrimos en varias épocas y culturas: tan pronto a su regreso del oráculo de Delfos como de camino a un gimnasio actual. Y es que la cuestión esencial aquí son las relaciones humanas, y Omíximo rezuma humanidad, esa cualidad intemporal nuestra que la máquina no puede ni comprender ni imitar.