Tras evocar sus fascinantes y pintorescos antecedentes familiares, Marta afronta decididamente la tarea de saber lo que angustia a su padre, con el deseo de que este se libere de ello y se enfrente en paz a la muerte. Ante la insistencia de su hija, compulsivamente va surgiendo en Miguel —“el General”— la necesidad de desvelar la verdad para recuperar una suerte de dignidad perdida y otorgarle así un mayor sentido a su existencia, a sabiendas de que su revelación será dolorosa para uno de los seres que más quiere en la vida.
Con el telón de fondo de la Guerra Civil española y sobre todo de la posguerra, la novela es sobre todo un gran conflicto existencial que se proyecta hasta tiempos cercanos. Si se quiere, es la historia de un amor prohibido que nace en unos tiempos en los que no había más regla para ello que el sagrado vínculo del matrimonio o un silencio pecaminoso.
Pero es también la historia de un hombre y de una mujer que encuentran en la traición y en el engaño al mundo al que pertenecen la única manera de hacer sobrevivir su amor, poniendo de manifiesto como las pasiones pueden convertir a los seres humanos en personas completamente desconocidas para el entorno más cercano. Es, además, la plasmación de la fragilidad humana,
de la fuerza devastadora de un amor que todo lo corroe y la forma completamente antinatural en que personas de muchas generaciones se vieron abocadas a vivirlo por las circunstancias políticas y sociales del nacionalcatolicismo. Igualmente, en esa reflexión hay también una indagación sobre los celos,
la desconfianza y la angustia que persigue a quienes son víctimas y verdugos de esos amores. Pero la novela es asimismo una llamada de atención sobre lo cultural y convencional de la institución matrimonial y sobre la rancia y decadente hipocresía de la moral burguesa, que se aferra prejuiciosa y conformista al mundo de las apariencias y a un statu quo conservador exasperante.
Y frente a ese mundo en el que se anteponen los intereses y el miedo, se alerta también por los peligros de la curiosidad, por el respeto que hay que dispensar a quien no quiera conocer determinados hechos y por el riesgo existencial que implica hacer frente a la verdad de una forma plena.