Es latino el origen de partir. Es pars, partis, es decir «parte o fracción». Es el gesto de la separación, de la fragmentación y del desprendimiento, del fin de un estado original de integridad. Lo que sucede en cada partida. Pero hay más: de esa misma raíz latina se origina el verbo parere, que significa «parir», y esto tiene que ver con hacerse dos, volverse un par en el acto mismo del nacimiento. […]
En los relatos de Panska 28, todos los personajes están en situación de partida. Se van, viajan, llegan. O están en ese estado previo al primer paso del viaje, en ese compás de espera que es un «estar por», a punto del desprendimiento. Ese momento en el que el desgarro comienza a sentirse bastante antes de cerrar la puerta y empezar a dar la espalda a los afectos, a la casa, al barrio, a todo eso que pronto empezará a volverse pasado. En las historias de Panska 28, los diez personajes fueron personas reales, parte de una dinastía familiar judía que se desmembró en los tiempos de la guerra, a la que Marcela Hoffer —hija, sobrina, nieta, bisnieta— rescata desde el presente, tal vez porque escribir el pasado es un modo de otorgar al presente una dimensión nueva. Y es allí, en el cruce entre la verdad objetiva de lo que sucedió con la verdad subjetiva de quien lo narra, donde surge la memoria.