No escondas las flores en el desván
que las perderás, no repartas las semillas,
dame tiempo, seiscientos días,
la salud siempre nueva del agua,
y pintaré las aves de los fiordos
en un cielo con tu sombra boreal,
la copa de las danzas antiguas,
las praderas bajo el turno de la luna,
cómo los señores caen,
cómo las hayas envejecen
como manos de la tierra,
las nubes que se estiran y pasan,
la cítara fría, la blanca paz embriagada,
a ti que llenas los muros y las mesas
como una sábana de luz ciega,
como rozas con tus alas grandes
todo el suelo empolvado.