Tras los episodios trágicos acaecidos en su vida, Néstor decide emigrar a la gran ciudad, Perburt, donde tratará de ganarse la vida con los trabajos que le ofrezcan; aunque los que consigue son escasos, de corta duración y mal pagados.
Sin apenas recursos para subsistir acaba en la indigencia. Durmiendo entre cartones, y alimentándose de lo que le dan o de desperdicios, acaba por adaptarse a este modo de vida. Se sentirá cómodo en una ciudad a la que ama desde el momento en que la vio, deseando no abandonarla jamás.
Conocerá gente de toda condición, aprenderá de ellos y conocerá sus historias, las cuales irá desgranado a lo largo de la novela. Nos hablará de sus fobias, de su pasión por el vino y de cuando fue niño. Sin embargo, a pesar de creer encontrar la paz que tanto ansiaba, la tragedia nunca lo abandonó. Por suerte para él, Perburt, su amada ciudad, de alguna manera cuida de los suyos.