Somos el delicado lienzo donde la vida dibuja
a trazos sus azares: a veces ahondan como
puñales, otros relamen como lenguas, otros
languidecen superficiales. Muchas pinceladas
hierven pero luego en el óleo caminante
cicatrizan como nuestras verdades a medias.
Otras heridas ya escarchadas se perpetúan
como la nieve en las cumbres altas. En el
amanecer de las palabras libertarias, un nuevo
poema se enfrenta a ellas: las expone, las redime,
las acepta. Los versos nunca duermen, nunca
cejan, aunque las arañas se retroalimentan,
subsisten como espectros en la niebla.
Este poemario es el espejo existencial de unos
pocos años, con su pesado lastre y su grácil
pájaro de futuro. Otro cuadro intimista
más: amalgama de ilusiones y esperanzas, de
ausencias y tristezas; todas flotando en un
ámbar ecléctico, onírico, quimérico y ya por
hartazgo realista. Eso sí el ayudante y pintor
íntimo no es de brocha gorda: cuenta con toda
la acuarela del corazón, con todo el arcoíris del
alma.