Historias de mujeres viviendo entre amores imposibles y de hombres de vidas frustradas dan forma a estos relatos de ficción, parte principal de Polvo de esparto.
Cinco de las ocho mujeres y dos de los tres hombres llegaron a conocer este siglo XXI. En su época, ellas, vivieron momentos felices de amores fortuitos, tormentosos o imperecederos dejados atrás igual que tirados por la borda…, al final llevados a la tumba a modo de inventario. Aquí entra en escena Átropos, completando Polvo de esparto.
Algo de cierto hay en esa idea de que «los muertos necesitan hablar». Contar todo o una parte de lo que llevan dentro de sí porque no han podido, por sus razones, hacerlo en vida. Y la muerte escucha.
En el camino por el que se abandona este mundo, volviendo al pasado, se ahonda en lo que pudo haber sido una realidad. Volver atrás para deshacer y luego construir lo que es imposible modificar. Algunos en su agonía esperan otra oportunidad. Soñamos imposibles.
Así podemos leer:
[…] Sentía que le faltaba la algarabía de la juventud, el bullicio de la locura para romper con el mundo que las constreñía sin saber muy bien cómo, y hasta en el porqué tenían sus dudas y discrepancias. Solo buscaban la aventura […] Empacharse de libertad. Fantasías de mujeres […]
[…] Ya lo ves, ahora recorriendo tu cuerpo ya en los huesos. Nada de aquellas redondeces que llenaban hasta rebosar tu ropa interior. ¡Con lo qué tú eras!
[…] aquel atardecer hasta el cielo lloró.
Al final, Átropos dice: […] ya tarde, comprendí la sabiduría del silencio: un reino aparte.