Hubo un tiempo, no hace demasiado, en el que estudiar una carrera era sinónimo de tener trabajo. Si, por alguna razón, no conseguías un empleo que te gustara o satisficiera, siempre podías optar a otros menos apasionantes pero mejor remunerados.
Antes no era necesaria una altísima cualificación para afrontar según qué tareas.
Pero mu- chas personas presentaban currículos brillantes, por encima de las exigencias del puesto requerido. Y esto no se veía como un problema, sino como una virtud: la de poder contar con un trabajador inteligente que además de hacer bien su labor podía darte ideas para mejorar tu rendimiento empresarial.
Hoy, sin embargo, TODO ha cambiado. El paro es muy alto prácticamente en todo el mundo. Para trabajar como camarero exigen un buen nivel de idiomas. Y hasta personas con carrera y algún máster no son capaces de encontrar su lugar.
Aun así, en esos nuevos tiempos (y éste es el objetivo de este libro) no están equivocados los trabajadores. Quienes yerran son las empresas. Lo demuestra el número creciente de fracasos en la apertura de ‘nuevos’ negocios que en realidad se basan en los ‘viejos tiempos’. Y en el hecho de seguir considerando que trabajar más horas es sinónimo de trabajar mejor.
Un amigo me pasó un artículo hace muy poco tiempo, cuyo titular era ‘El 75% de las profesiones serán nuevas en los próximos 10 años’. Hoy existen Interim Managers que entran en una empresa con problemas, la reflotan y cuando acaban el trabajo se van a casa. Community Managers que crean conversaciones en redes sociales con clientes de cualquier marca. CEO de start-ups que te hacen la vida más fácil a través de una APP en el móvil.
Pero todavía nos falta el paso definitivo: que nos permitan trabajar desde casa.
¿Cuántos estáis leyendo esto y trabajáis en vuestra oficina con un ordenador y un teléfono? ¿Y cuántos tenéis en casa un ordenador y un teléfono? Pues eso.