Después de Mientras la Naturaleza cura la enfermedad llega, como segunda parte prometida, Postura expectante. Aquí el autor y supuesto protagonista sigue siendo el mismo médico. Aún se enfrenta a los tremendos inconvenientes de la medicina rural, pero ya, aparentemente, soplan vientos de liberación. El médico logra el traslado a la ciudad o, al menos, eso cree él porque el destino le reserva sorpresas agridulces. Unos saltos en el tiempo nos llevan a la infancia y a los deseos de poseer un televisor, a la adolescencia colegial y al primer cinefórum, a la juventud estudiantil, con amores y desamores y a los primeros tiempos de ejercicio donde, por disposiciones desmadradas, viene a encontrarse al frente de la enfermería de una plaza de toros en una tarde de corrida. Todo ello, entreverado con reflexiones sobre la medicina, los médicos, los enfermos y los inevitables rifirrafes que genera el trato comprometido con las personas.