Él respiró, tomó el aire despacio y permaneció unos segundos en silencio como si tratara de encontrar las palabras.
−Desde niño he vivido con esto −me miró con una sonrisa cínica –Premoniciones.
Levantó la cabeza y se pasó la mano por el cuello, luego se quedó un segundo mirando las estrellas como si ellas pudieran darle alguna respuesta –saber lo que va a pasar antes de que suceda -murmuró más para sí mismo que para mí, como si necesitara aclarar algo.
Yo no podía imaginar lo que debe sentirse al estar obligado a ver todas las desgracias que van a suceder a los que te rodean. Quise acercarme a él, rozar sus labios y abrazarle pero supe que me rechazaría. La luna brillaba majestuosa en el cielo y el tiempo parecía haberse detenido, estuvimos unos minutos en silencio, mirándonos, nuestras respiraciones parecían haberse puesto de acuerdo, el sonido de los coches y de las demás personas nos era ajeno, de pronto me sentía más unida a él que a ninguna otra persona, como si el secreto que me había confesado nos hubiera atado y entre nosotros se hubiera creado un vínculo muy poderoso. Creo que él sintió lo mismo, no fue necesario prometer que guardaría silencio, los dos sabíamos que yo jamás revelaría nada de lo que me había contado, los dos sabíamos que a partir de ahora nuestros destinos se habían entrelazado.