No es fácil reunir un guion potente, aunque deformado por la misoginia; un actor atractivo en su mejor momento, una actriz desconocida en estado de gracia, unos productores con el olfato y la experiencia del éxito y un director capaz y decidido a tocar el cielo de los clásicos cinematográficos.
Todo eso se reunió milagrosamente en el rodaje de Pretty Woman, y el resultado fue una obra maestra imperecedera cuya génesis se ficciona en este relato.
Entre todos estos ingredientes, la autora elige sin dudar a Julia Roberts, que con la colaboración activa de unos y la aceptación de otros, le da la vuelta a un relato misógino y lo convierte en un alegato a favor de la fortaleza mental de la mujer, que solo necesita su inteligencia y su intuición para encaminar dos vidas a las que un insaciable deseo de poder y un desafortunado deseo de aventura habían descarrilado.