La vida de Claudia O’Neill siempre ha estado regida por hacer lo que está bien: ayudar a su familia en todo lo que puede, trabajar mientras estudia para no suponer problemas en casa… Aunque, para ella, esa necesidad de buscar lo correcto, de no solo ser buena, sino también parecerlo, la ha llevado a una vida algo aburrida y bastante patética. Por ello confía en que la etapa en su nuevo empleo conlleve el cambio que considera que el universo le debe.
Y parece que el universo la ha escuchado, porque, después de llevar atrapada en dos relaciones platónicas que nunca llevan a nada bastante tiempo, Tim, su compañero de universidad, por fin se decide a dar el paso y confesarle lo que siente por ella. Parece que la historia que ambos comparten podrá ir más allá.
Sin embargo, ¿será suficiente la promesa de una relación completa con Tim para que Claudia pueda alejarse de Ian, su mejor amigo de la infancia y tercero en discordia? Puede que no, porque ni siquiera el hecho de que él sea el novio de su amiga Nicole parece haber podido cambiar sus emociones, por mucho que Claudia lo haya intentado.
La aparición de Kyle, el hermano mayor de Ian que vuelve después de casi una década en el extranjero, tampoco parece un alivio. Los últimos años antes de que Kyle se marchara a Dinamarca habían sido una tortura para Claudia por la manera en la que el chico se había comportado con ella. Pero lo que al principio considera un problema, resulta ser casi una bendición, porque Claudia encuentra en Kyle el apoyo necesario para afrontar la situación que se trae entre manos, sacando de su interior una fuerza que ya consideraba desaparecida.