Llegué con la lluvia y la noche temprana abrazándome. Ahí estaba la mansión como
un antiguo templo. Ahora le devuelvo esta vieja ofrenda. Me detuve frente a su umbral y por unos instantes vi los espectros de mis viejos amigos del pasado, riendo tras las ventanas.
Cuando entré en la mansión, una ola de tristeza me recorrió.
Los años habían desgastado su anterior nobleza, pero mis fantasmas seguían ahí.
Podía oler su perfume. Me invadió el recuerdo del encierro forzado del 16.
Las borrascas del mundo nos trajeron hasta aquí y nos hicieron enfrentarnos a nosotros mismos. Mi mirada clavada en aquel espejo veneciano donde me encontré a mi misma en otro tiempo. En aquellas noches era yo quien me veía atrapada y triste tras aquel cristal de plata. Y los recuerdos del espejo me hablaban de otros tiempos más felices,
en los que fui libre sin saberlo.
Me sorprendió ver ahora en el cristal a trece figuras como espectros, en actitud escribiente y mirándome. ¿Libertad?. Hasta ellos parecían atrapados dentro del espejo. ¿No es la libertad sino la ilusión tras la conciencia de las perlas engarzadas en la misma red?
Rompí con mis propias manos el misterioso cuadro de cristal, allí danzaban aquellas trece figuras venidas de otro mundo, de otro tiempo. La realidad en este lugar es aún demasiado frágil. Quería ver el viejo desván, donde hablaba a solas con el monstruo, creando su alma.
Ahora podía sentir el corretear de aquellos personajes por las estancias de la casa.
Yo les había liberado.
La tormenta fuera desbocó en mi interior un río de emociones en mi mente. Recibiendo una lluvia de sentimientos y recuerdos cargados de una apasionante luz arrolladora: “La luz del misterio de mi vida”. Ahora sus almas vagan por esta mansión. Escucho sus risas y sus voces. Y algún día esas trece almas cruzarán a esta otra realidad.
Se unirán en un futuro muy lejano, lo presiento, y escribirán todos ellos un libro.
Liberando así sus propios monstruos.