El artífice de la Restauración, Cánovas del Castillo, había ideado un sistema cuya pieza esencial era el turno de los partidos en el Poder. El funcionamiento pacífico de ese turno requería que la mayor parte de las opiniones políticas existentes se concentrara en dos grandes agrupaciones, que estas agrupaciones compartieran unos valores políticos fundamentales y coincidieran en sus planteamientos sociales, y que el sufragio se falseara. El turno de Cánovas se hizo realidad: su propio partido, el conservador, vino a constituir la derecha del régimen; la izquierda estuvo representada por el partido liberal de Sagasta; y las elecciones se falsearon.
Pero aquel turno exigía también que los responsables de los numerosos delitos electorales en que habría de traducirse dicho falseamiento quedaran impunes. En Pucherazo y otros desafueros se analizan dichos delitos y se pone de manifiesto cómo se dio respuesta a tal exigencia, una vez conseguido el apoderamiento, por el Ejecutivo, del Legislativo y el Judicial.