«…Todas las respuestas carecían de explicación y ya había pasado toda una vida encerrado. Tenía la necesidad, la agonía, de poder ceñir por última vez mi abrigo negro, subir al vagón y mirar por última vez la tierra en la que fui criado. Todo un viaje idealizado que intenta hablar de amor, olvido y de nuevos motivos de existencia (sin olvidar el origen, eso siempre). Llegar y ser un simple trozo de carne entre la manada de bueyes que caminan por las calles, pero ser consciente de la nueva realidad, ser testigo de ella, sobre los tejados y las promesas que me prometiste sosteniendo un botellín en una mano. El nuevo campo que abrirá mi identidad, nuevos placeres y distintos nombres que crecen desde el final, llegan al calor y descansan en la tierra de este ¿Edén?».