Si despertaste en el cine tras los interminables títulos de crédito, no regreses a casa donde posiblemente no te esté esperando nadie, sino marcha corriendo al hospital para darte cuenta de que no es dinero lo que necesitas…, ni otra salud tampoco. Desde tan alto, entre las nubes, lo hubieras visto claro; o en las profundidades marinas dormido en un arrecife de coral, te hubieras sentido infinitamente minúsculo, desnudo. Sin la pastilla de la honestidad ni el tratamiento contra los amigos ya te sentirás en condiciones de regresar al teatro donde tendrás la oportunidad de asistir al último acto del protagonista: su defunción… La tuya. Peor suerte corrió el jubilado en el parque al que las palomas le disputaban las migas y nunca sabrá si fue verdad su estancia en una tribu de Guinea. ¿O nos pasamos media vida ensayando la otra media que nos queda por vivir? «Me acuerdo del pasado cuando era pasado», me dijiste un día y te corté el discurso respondiéndote: «amor mío, todo es pasado, lo que pasa es que hay que reinventarlo. ¿Qué te parece si nos desnudamos y lo discutimos?». Aunque no hay mucho que discutir cuando nos hemos desprendido de la piel colgándola sobre la barra de la ducha.