Un grupo de humanos, considerados sabios por sus hechos y su trayectoria profesional —es decir, personas que han puesto su inteligencia al servicio del bien—, fueron elegidos para ser los pioneros en Marte. Este pequeño planeta, tras un proceso de terraformación, sería el hogar temporal de la humanidad, hasta que un correcto progreso pudiera abrir las puertas del cosmos a nuestra especie.
En el nuevo planeta, los grandes logros de la ciencia habían conseguido que morir a causa del envejecimiento solo fuera una opción, pero la longevidad tenía un precio: el control de los nacimientos.
En la ciudad de los muertos, sin embargo, las mujeres podían tener hijos de forma natural, y en ella no se realizaba dicho control de natalidad. El motivo de este trato de favor era que sus habitantes no se sometían a las terapias de rejuvenecimiento y su esperanza de vida era mucho menor. A pesar de que se les permitía llevar una forma de vida diferente, eran marginados por el resto de los humanos que emigraron a dicho planeta y temidos, pues muchos rebeldes formaban parte de esta sociedad.