Recuerdos elegantes para hoy nace de recrear la mirada en las pequeñas cosas cotidianas, que unas veces nos producen felicidad y otras nos alteran por atentar a la justicia. Quiere presentar aquellos poemas en los que el amor actúa como brújula y nos abre espacios desconocidos.
En el aula, durante mi tiempo de profesora, decía al alumnado que la poesía nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos. Todo el intelecto se enriquece. Toda la interioridad personal crece, y no digamos cuando se dedica la poesía a otra persona (compañera, madre, amiga, abuelos, padre, alguien que les gusta…) y se la regalan. Aprendemos a ser generosos, a regalar algo sin que cueste dinero.
Con la poesía fui descubriendo zonas de mi cerebro que eran desconocidas. Con la poesía podía decir ese mensaje oculto que no acertaba a transmitir de manera verbal. La parte frontal del cerebro y el hipocampo, que interviene en la interpretación simbólica del mensaje, se estimulan y cobran actividad. La poesía es una necesidad de quien la realiza para conocerse mejor, para mostrar sentimientos ocultos que al aflorar clarifica situaciones y estados emocionales. La poesía me hizo expresar mejor las injusticias que pasaban en mi vida y estaba inmersa en ellas; injusticias cotidianas que transcurren sin percatarnos, por estar acostumbrados a ellas, y parecernos que tienen que ser así, sin más explicación.
La justicia precisa de respeto y reconocimiento de la grandeza de cada ser humano. Solo el amor por la humanidad nos conduce hacia ese respeto para alcanzar la justicia y recrearnos en la paz. La poesía es subirnos en una carroza y pasear por la vida gozosos y llenos de alegría. La poesía es voz de la justicia. La poesía es para caminar pobres, pero con elegancia por la vida. La poesía, esplendor de una interioridad habitada y amorosa. Mario Benedetti nos dice que «la poesía es el alma del mundo»; para María Zambrano: «la Razón poética es la razón de todas las cosas».