El nacionalismo es una ideología que atribuye al concepto de “nación” propiedades cuasi divinas y que pretende hacer “del pueblo” un ente idolatrado al que se asocie con “valores eternos”. Ahora bien, en todo nacionalismo, solo a unos pocos les corresponde determinar quién forma parte “del pueblo” y quién está autorizado para hablar en nombre del mismo.
La Generalidad de Cataluña, naturalmente, también profesa ese principio que, en este caso, establece que tan solo los suyos son el “poble català”.
Odio, mal ambiente, enfrentamiento, soberbia, envidia, resentimiento, pesadilla… El nacionalismo invariablemente procura una vida descendente. La gran crisis iniciada en 2008 hizo que no pocos incautos se dejaran engañar por aquellos que les aseguraban que aupando al poder a los secesionistas recibirían “El Maná”.
Pero me temo que eso solamente ha sido así para los cuatro “llevasubvens” de siempre.
Tal cosa, por cierto, demuestra que el separatismo catalán es un populismo de lo más vulgar fortalecido por años de propaganda.
Solo eso puede hacer posible que, a día de hoy, ocupen el poder en Cataluña personajes tan pintorescos como una señora que afirma que quienes votan al PP y C’s no son catalanes, un presidente que vuela a Madrid haciendo una escala previa en el extranjero para dejar claro que no es “espanyol”, y un vicepresidente que escribe artículos sobre las diferencias genéticas entre “espanyols” y “catalans”.
Lo que han dado en llamar el prusés es una estafa, una alucinación desconectada de la realidad de Cataluña desde el primer día. Un fraude cuyo propósito no es otro que el de que los ciudadanos pasen por alto tanto los recortes obligados por la crisis como los recortes que son fruto de la incompetencia, del fanatismo y de la corrupción que ,sin lugar a dudas, han sido la marca de la casa del nacionalismo en el gobierno desde hace muchos años.
En resumen, el prusés es lo que se suele llamar una cortina de humo, de la cual se espera que permita a los caciques catalanes conservar sus poltronas. En el fondo, no hay nada en todo esto excesivamente complicado de entender, entre otras razones, porque desgraciadamente no es nada nuevo.
Victimismo, miedo, hipérbole, complejo, resentimiento, pequeñez, odio, mentira y mamarrachadas con balcones a la calle. Eso y mucho más, es hoy Cataluña. Así que cada vez más gente normal decide que ya basta de “batasunizar” el espacio público para acallar a la Cataluña libre de separatismo. Cosa que mi humilde persona desea saludar con este ensayo que también está concebido para ser tirado a la cabeza de los enemigos de la convivencia.