La necesidad de abordar las últimas fases del tardobarroco de Priego de Córdoba, que se acota en la segunda mitad del siglo XVIII y primeros años del XIX, suponía algo de especial curiosidad e interés en el ámbito universitario e historiográfico. En este tardobarroco ilustrado entró en acción uno de los Maestros más significativos de las Artes Plásticas de su tiempo, Remigio del Mármol (1758-1815), que tras entrar en algunos talleres famosos del Priego barroco logró dirigir el suyo propio, encontrándose en el dilema de los estilos coetáneos, el ya triunfante neoclasicismo y el propiamente barroco, además del rococó y el prerromanticismo expandidos por los centros metropolitanos y por la Corte. Este barroquismo local que propagó la escuela de Francisco Hurtado Izquierdo durante este apasionante siglo ilustrado, el pueblo de Priego se resistió a perderlo debido a su seña de identidad estética que identificó a la entonces villa durante la centuria dieciochesca. Además sus talleres expandieron este barroco en otros puntos de la región, por lo que Priego se convirtió en un laboratorio y en un escaparate, o catálogo de obras, para poder darle una salida comercial tanto dentro como fuera de la población y como punto estratégico andaluz. Estos tránsitos lingüísticos de estas corrientes, que se han considerado oficialmente antagónicas en el misceláneo fin de siglo y que constituirían los debates del arte moderno cursado por los decimonónicos, llevaron a este valiente artista, por direccionarse a la escultura pétrea, hijo de Alcalá la Real y de Priego, a experimentar con sus teatralizadoras esculturas, retablos y arquitecturas, para vestirlas en una armónica fusión de ideales estéticos y modas coetáneas, y sobre todo, para que pudieran ser acogidas por la población, que tanto se identificaba por el arte de lo barroco, compuesto de yeserías blancas con retoques de oro y el uso de materiales baratos, como maderas o estucos, para poder levantar las escenografías en poco tiempo que compensaran lo que en siglos pasados no se pudo construir y que la población demandaba y necesitaba en el siglo XVIII. Mármol fue la intersección de todos estos acontecimientos, y su figura pudo sobrevivir gracias a las adaptaciones y experimentaciones, ya que tuvo que reinventarse una y otra vez sin perder de vista las armonías visuales, y con unos parámetros artísticos que hoy consideramos modernos, como se puede observar en la ornamental e icónica Fuente del Rey de Priego, siendo una obra del barroco ilustrado modernizado. La misma, sorpresa para el visitante, es un conato de vanguardia, siendo muy apreciada por sus habitantes y turistas. El objetivo de este libro es traducir los lenguajes de este complejo artista, escultor y arquitecto, y del tardobarroco de la escuela de Priego en su etapa final, y como el barroco de Remigio del Mármol, inexistente desde mediados del siglo XVIII en la mayor parte de Europa, conecta con el siglo XIX, además de traslucir los aspectos que fraguaron su obra y todo el entorno en donde se movió esta muy desconocida figura de nuestra Historia del Arte, productor de una imaginería que compendia las técnicas clásicas con estéticas que nos asoman a lo moderno, y con unos procesos artísticos muy depurados. Toda esta investigación permite trasladar un conocimiento a la ciudadanía, con el fin de poner en valor este Patrimonio Cultural para su futura y correcta preservación y restauración, y con ello ser útil a las futuras generaciones.