El 7 de noviembre de 1823, a las diez de la mañana, al general Riego lo sacan de la cárcel por el callejón del Verdugo, camino de
la plaza de la Cebada, donde se ha instalado una horca que dé fin a su vida. Lo llevaban sobre un serón que lo arrastraba un burro.
Rufino, su ayudante desde que levantó la voz en Las Cabezas de San Juan, se encuentra en la plaza de la Cebada, que a esa hora estaba totalmente abarrotada por un público enfervorecido, deseoso de asistir al suplicio del hombre que conmovió con sus hazañas a toda España.
La indignación de Rufino es tal que hace que eleve la voz a favor de Riego y en contra del Borbón. Un señor, alto funcionario
del rey Fernando VII, en acto de servicio, se acerca a él y le reprocha la conducta, llevándoselo a un lugar retirado. Aunque en un
principio discuten con cierta virulencia, Rufino se serena y acaban entablando cierta amistad.
En el tiempo que duró el tormento de Riego, Rufino contó la vida de Riego desde su nacimiento, en un delicioso rincón de la
naturaleza llamado Tuña, hasta el día en que fue apresado y llevado a la cárcel de Madrid.
Una novela que recoge al hombre y al mito, el servicio que prestó a favor de la corona española contra la invasión napoleónica,
la lucha del absolutismo monárquico contra el espíritu liberal nacido de la Constitución de 1812, las fechorías de Fernando VII
(el peor rey en la historia de España sin duda alguna) y, a la postre, la derrota del absolutismo monárquico en España. Porque eso es lo que ocurrió tras la muerte de Riego. Y quien quiera conocer más detalles sobre la vida de este gran hombre que la historia ha parecido olvidar no tiene nada más que leer la novela que tiene en sus manos.