Rojo de Hierro se desnuda ante ti para satisfacerse él. Todo transcurre en su edén particular, su barrio, se inicia con sus felices recuerdos de niño, sigue con sus hobbies y proyectos de adulto. En la cincuentena le llegan riadas de reflexiones, son una máquina registradora de impresiones, emociones e ideas que a la vez le sirven para juzgarse él mismo; le resultan saludables y buenas para el alma. Y termina con el arte de engañar, de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve; trata de la mala política.
Tengo un perro muy enérgico que siempre hace lo mismo: come, caga, corre y se me escapa. Cuando vuelve, le regaño, al día siguiente lo vuelvo a sacar, come, caga, corre y se me vuelve a escapar. Me pregunto en qué se diferencia la vida del perro a la mía, mi respuesta es ninguna, estamos atrapados en un loop infinito.
Un día me dijo mi perro: «filosofas mucho, hablas de cómo ser feliz, cómo comportarse, cómo pensar; a ti te hace feliz andar en moto, a mí correr. ¿Tú que prefieres que te regalen una moto o trabajar 4 años para comprarla? ¿En esto reside tu cultura del esfuerzo? Eres bobo y un infeliz. Cuando viajas, solo se te permite hacerlo por vías de asfalto muy estrechas, el 90 % de las tierras hoy son privadas, antes eran de todos. Yo me escapo, salto por las alambradas, corro por sus zonas privadas y me regañas, solo hago lo que me hace feliz, prefiero la filosofía del perro.