Rosita es una buena chica, una jovencita española normal que no destaca en nada en especial. Su procedencia es muy humilde y forma parte, junto con sus padres, del servicio en una gran casona propiedad de un rico terrateniente extremeño, donde trabaja duramente, como pobre que es. Sin embargo, el azar de la historia y la vida ponen en su camino, sin pedirlo, al peor de los jinetes del apocalipsis, la guerra y, más exactamente, la guerra civil española. Rosita se descubre entonces como otro de los cuatro jinetes malditos descritos en la Biblia. Se trata de la muerte personificada y, con un fusil de precisión soviético, siembra el terror entre las filas de la parte del ejército sublevado, el nacional, el franquista.
En España, al principio de la contienda, cuya capital permanece leal al gobierno legítimo, nuestra protagonista, seriamente amenazada por las columnas nacionales, junto a su gran amiga y antes patrona Lucía, se dispone a luchar a favor de la república y «poner el mundo patas arriba». Veamos si, engullida por el horror que trae consigo la guerra, Rosita es
capaz de mostrarse tan solo como una «asesina legitimada por el poder», o si la mujercita que hay debajo de su ajado uniforme de combate puede sentir aquellas cosas buenas y sencillas que todos anhelamos, y que tan accesibles nos resultan en tiempos de paz, como son la amistad, el compañerismo, la compasión e, incluso, el amor verdadero. Esta es la historia de Rosita, Rosita la miliciana.