Camellos hundiendo sus pezuñas en la arena del desierto. Solitarias ruinas cociéndose al sol. Dos mujeres danzando frente a un escenario de cumbres nevadas. Hilos de seda vibrando en un rudimentario telar. La silueta de una morosa caravana recortada contra el crepúsculo… Estampas de un viejo documental televisivo reverberando en la memoria, a las que se irían superponiendo, años después, nuevas imágenes a medida que el protagonista de esta historia fue avanzando hacia el corazón de Asia Central, y más allá. Un viaje de dieciocho meses y 25000 kilómetros en bicicleta a lo largo de la Ruta de la Seda, esa maraña de caminos que atravesaban todo el continente y por los que circularon durante siglos gentes de toda condición, y los productos materiales y espirituales del ingenio humano.
Muchas de esas imágenes acumuladas sobre la marcha fueron tomando forma en las páginas de este libro, una crónica fiel del largo periplo en la que el autor rinde también tributo a los viajeros que le precedieron en todos aquellos lugares por los que pasó. No busca la ostentación o una causa con la que justificar su empeño; se trata de un relato muy personal que responde exclusivamente a un puro e íntimo afán de aventura y conocimiento y que transmite la trepidación de cada pedalada en solitario, sin otro lastre que sus alforjas ni más testigos que el propio lector.