El mayor triunfo del sistema es hacer que todo el mundo lo acepte como inevitable.
Es mencionar la palabra política y automáticamente detectar cómo se les tuerce el gesto a las personas que te rodean. «No me interesa», «todos son iguales», «todos roban…». Y, mientras tanto, las élites se ríen en sus sillones de piel, en sus amplios despachos y en sus lujosas casas, con sus vidas y las de sus familias resueltas gracias a que a la mayoría social la política les aburre, no les interesa, deciden no saber nada o simplemente se dejan engañar a golpe de telediario.
Yo era el típico facha ignorante, pero me dio por leer. Unos libros me llevaron a otros, unas conclusiones me llevaron a otras y, al final, descubres la realidad que te rodea y te sientes como el protagonista de una película de terror en la que solo tú sabes quién es el asesino, pero nadie te cree.
Probé a intentar convencer a otras personas, pero nadie se deja convencer, al contrario, se reafirman aún más en sus posturas, así deduje que solo el viaje individual puede sacarnos de nuestros errores.
Entonces…, ¿qué hacer?
Escribirlo, intentar que otros comiencen ese viaje privado, tratar de que alguien más abra los ojos a través de los míos y quizá evitar que el odio, la desidia, el egoísmo y la ignorancia se apoderen de todos nosotros.
Con que consiga que una sola persona lo haga, habrá merecido la pena.
Hay caminos que no tienen vuelta atrás.