Comienza la poesía donde acaba. Cuando no tenemos palabras para describir la realidad que acontece, cuando la misma subjetividad es interpelada, cuestionada, transcurre entonces la acción, uno tiene que descubrirse de nuevo, llegar a un lugar donde nada sabe.
Estos poemas son parte del trayecto, del discurrir de una subjetividad en relación consigo misma y con el entorno. Podrían servir los poemas a quienes leen entre líneas el diario acontecer y no se conforman con la imagen que devuelve el espejo. A quienes puedan despojarse de sí mismos hasta quedar reducidos a la nada, a la misma vacuidad. Esto a pesar de que el mismo autor se halla en una encrucijada, interpelado por la necesidad vital, casi instintiva, a veces desgarradora, por aferrarse a algo conocido, una idea, principio, concepto, símbolo o imagen preconcebida de lo que debería ser el amor, la propia existencia. Pero ¿podemos nombrar aquello que nos envuelve por completo? Pienso que la poesía es un acto fallido, una resistencia. Las palabras no pueden detener el tiempo.
¿Tú qué piensas?