Siempre lo supe, Antonio, como muy pocas novelas, no solo nos conmoverá profundamente por las vicisitudes que rodean a varios de sus personajes, ficticios todos, sino que está llamada a ser, en cientos de países donde sus gentes viven inconformes con las condiciones indignas que tantos padecen, la chispa que inicie o impulse de manera definitiva la empresa más importante jamás acometida por revolución alguna, de índole económica, social o política. Se trata de la transformación de la errada cultura social que padecemos desde hace siglos y que ha sido la principal causa de la gran mayoría de las injusticias que observamos a diario, mientras por otro lado contemplamos, impotentes, cómo los dirigentes y líderes políticos, con muy contadas excepciones, velan más por sus propios intereses que por los de sus coterráneos. Pero hay algo más. Esa transformación debe acoger, como postulado supremo e insustituible, la dignidad humana en todos sus aspectos, no solo en el material. De otro modo no sería perdurable ni aceptable para ninguna sociedad.
Independientemente de si Antonio del Portal logra o no cumplir la misión que para bien de su amada Colombia se impuso, podría intentarlo con significativo éxito, casi que en cualquier nación, alguna persona real con calidades, objetivos y empeño similares a los suyos. El primer paso será leer esta cautivante historia, y el segundo, darla a conocer. Lo demás quedará en las manos apropiadas. Si no son las tuyas, tal vez sepas cuáles pueden ser.