Ella era mejor que la música que componía, que el café por las mañanas y que cualquier orgasmo en plena madrugada; de hecho, tenía la escultura más bonita que podía presenciar, pero se marchó y me dejó en una ausencia terrible, siendo la peor de
todas, me destruyó.
En el transcurso de mil ochocientos veinticinco días no hice más que observar todo lo que pasaba a mi alrededor, alejándome de mí misma, porque así, el mundo, sin ella, me era más ameno. Todo me vino a destiempo y es que, aún no se había dado cuenta de lo bonita que se habría visto a mi lado.
Cuando la conocí le prometí que, si algún día quería volar, la seguiría esperando donde prometimos, porque siempre nos quedará algo; algún lugar, algún beso, alguna vida.
¿Alguna vez has sentido que el mundo se detiene y no sabes cómo continuar?
«Las letras de Inma García son un bálsamo poético que nos recuerda lo que fuimos y lo que nunca deberíamos de dejar de ser».
Pedro J. Marín Galiano.