El autor de estos relatos escritos a los noventa años, la edad tardía, se nutre de lo que ve y observa cada día en sus años de jubilado interesado en el arte. En la aventura de las obras de arte que aparecen o se esconden bajo otros nombres y atribuciones como sucede en el último relato. García-Herraiz escribía las crónicas de la actualidad artística para la revista Goya en Nueva York y en Washington, ciudades en las que estaba destinado como funcionario del Estado.
Vivió en Estados Unidos veinticinco años en diferentes etapas. Años que dan para muchos recuerdos. A los hermanos Altrop los ha conocido con otros nombres en Chicago, Dallas, Las Vegas o Nueva York. Los millonarios que se aburren obsesionados por los negocios. García-Herraiz sitúa una de las historias más extensas en la Fundación March de Madrid, refugio de tantos jubilados y vecinos del barrio de Salamanca ansiosos de disfrutar el ocio con cultura y conciertos gratis. Hay una historia dedicada a una corrida de toros vista a través de las impresiones de un grupo de turistas japoneses guiados por un antiguo corresponsal inglés que desemboca en la apología de un toro bravo llamado Malagón. Y los cuadros desde la gloria del Museo del Prado a las subastas donde siempre hay un sleeper, que es un cuadro mal catalogado para que el investigador y paciente descubridor se luzca con una nueva captura.
El autor mantiene un blog en el que anota sus observaciones y descubrimientos: garcia-herraizyarte.blogspot.com. De aquí viene el nutriente principal de la última historia. ¡Cualquiera puede descubrir la obra de arte más cara del mundo! E. G-H. descubrió un cuadro importante que, por error de un museo de Minneapolis, apareció en una subasta de Nueva York como simple estilo de Murillo. Hoy, el San Agustín lavando los pies de Cristo está en el museo de Valencia restituido a Murillo. También descubrió una Sagrada Familia de Zurbarán y varias obras de la primera época de Picasso.