Cada vida humana es como un gran lienzo, donde el protagonista dibuja su propia representación, una imagen que va cambiando con el tiempo. Hay solo un lienzo y los distintos cuadros aparecen por acumulación de pintura, sin que se borren los anteriores. Es lo que los italianos llaman un pentimento.
Las circunstancias, el azar o la providencia proporcionan los colores, pero el protagonista decide cómo usarlos con su carácter, con sus decisiones. Hay vidas con colores alegres y otras con colores tristes. Las hay con dibujos geométricos y ordenados, y las hay que son un caos. Cada uno dibuja su propia percepción. La más nítida es la última, pero si se rasca un poco o se intenta recordar, aparecen las anteriores.
¿Quién pone la atmosfera, la temperatura del cuadro de los hombres?
Sin duda las mujeres, las abuelas, las madres, las hijas, las esposas y también las amantes. Todas ellas pueden convertir una vida en apasionante o miserable, en virtuosa o canalla.