Actualmente, no son pocos los autores que, motivados por una inquietud religiosa o filosófica, se niegan a aceptar el hecho científico de que el ser humano, al igual que el resto de los seres vivos, es «producto casual de la evolución». Incluso el Sagrado Corán declara abiertamente que el ser humano es producto de una manipulación genética.
¿Es el ser humano producto de la evolución o existió algún tipo de intervención artificial en su genética? ¿Es la actual civilización la primera que habitó en este planeta? ¿Cómo surgió el primer culto al fuego? ¿Por qué perdió el ser humano su capacidad para sintetizar la vitamina C, si se trata de uno de los nutrientes principales de los mamíferos? ¿Para qué servía, realmente, el apéndice vermiforme?
Estas preguntas, y muchas otras, no han hallado una clara respuesta en todos estos años; pero es muy probable que tengan, todas ellas, la misma respuesta.
A medida que avanza el conocimiento científico, existe mayor sensación de que la Tierra pudo conocer una civilización pretérita y olvidada. Descubrimientos arqueológicos como el yacimiento de Göbekli Tepe o el poblado de Karahan Tepe, con más de once mil años de antigüedad, parecen verificar dicha circunstancia.