Luna y Sandro son dos niños de once y nueve años respectivamente, que viven en el norte de España, en un hogar disfuncional, donde el alcohol y las drogas siempre han estado presentes. El padre los abandona, y la madre, producto de sus adicciones, queda incapacitada para cuidarlos. Son llevados hasta una serranía, en una zona costera de Andalucía. Allí está enclavada la finca de sus abuelos maternos, a quienes nunca habían visto antes. Quedan sorprendidos con el paisaje tan diferente y, aunque en la finca hay gallinas, cabras y perros, les falta la compañía de otros niños. Cuando comienzan a ir a la escuela —a donde por su lejanía tienen que ser llevados en auto por Jesús, una especie de hijo adoptivo para los abuelos—, afloran en Sandro graves problemas de conducta que parecen no tener solución. Aparece entonces Sofía, el pequeño molinete de alas coloridas, que con sus sabios consejos propicia que las cosas se resuelvan y que la vida de los dos cambie para bien. Una vez más, mediante un texto ameno y sencillo, la autora convida no solo a niños y jóvenes, sino también a los adultos, a que nunca pierdan la esperanza por más complicadas que sean las circunstancias, porque siempre habrá una manera de cambiar las cosas y salir adelante. Lo importante es mantener una actitud positiva y confiar en que el mañana seguramente será mejor.