Jesús Morata ha tenido a bien enseñar sus piezas cuando ha considerado oportuno, ahora, cuando ha alcanzado esa madurez necesaria para abordar la creación pura y dura, cuando se ha visto pertrechado por amplias lecturas –realmente la tendencia literaria de Jesús responde a un registro amplio que pasa por el cuento tradicional, por el cuento de terror, a lo Poe, o que pasa por los caminos de la fantasía o por la evocación lírica. Un cuento meridional, sureño, en donde la nobleza de espíritu alimenta los sueños y deseos de un grupo de personajes que poco a poco se van diluyendo, un universo personal de seres de diversa clase que no alcanzan la pretendida felicidad y por donde merodea la muerte. Cuentos que se pueden contar al calor de la lumbre y de los afectos, cuentos con argumento, con planteamiento., nudo y desenlace, sin complicaciones estructurales –salvo en alguna que otra excepción, siguiendo un esquema recto que conduce a veces hacia un final que se adivina trágico…
(Del Prólogo de Ramón Jiménez Madrid)