Algunas veces da la sensación de que la casualidad o, quizás, el destino parece haberse aliado para negarle a algunas personas aquello que más anhelan y esperan alcanzar en la vida. Esto fue más o menos lo que le ocurrió a Andrés, nuestro protagonista, al que parecían habérsele acumulado las malas energías desde su juventud, pues quizás todo fuera la mala interpretación de aquella información facilitada por un amigo lo que había conseguido alejarlo de la persona que amaba, que, unidas a un cúmulo de nefastas coincidencias, terminó por negarle la felicidad, la compañía y el apoyo que siempre había soñado.
Pero como suele decir la vox populi: «No hay ningún mal que cien años dure», por lo que ahora, siendo un hombre maduro entregado en cuerpo y mente a su trabajo, la casualidad o el destino parecían haberse aliado de nuevo, pero, esta vez, para cambiar el color de aquel negro horizonte que durante tantos años había tenido frente a él, tratando de resarcirlo de tantas y tan malas experiencias como las que hasta entonces había tenido que superar para sobrevivir. Sin aparentar en ningún momento ante nadie todo el sufrimiento al que la vida lo había sometido desde su juventud, hasta su ya consolidada madurez