Sonaba la primera marcha en la Campana, cuando el marinero, en su más profunda amargura, navegaba en el mar de su propia tiniebla por aguas Libias, soñando con la Semana de Dios que su ciudad, Sevilla, vivía mirando al Cielo, que amenazaba como siempre descargar alguna que otra gota para aguar tan esperada fiesta.
Días de insomnio y ansiedad, en la lejana celda metálica de aquella fragata, que le impediría soñar el sueño que por Primavera baja a Dios de los Cielos para pasearlo por Sevilla. Lamentos del cofrade que desde la lobreguez y la soledad busca la Luz, sintiendo la agonía de estar tan lejos de la Gloria.
Nostalgia hecha letra y verso. Escritura de lamentos desde un hotel de la siempre cercana Sicilia, donde el marinero enjugaba sus lágrimas hechas tinta sobre el papel de su desdicha, haciendo suyas las palabras del insigne escritor Antonio Burgos: “Si es grande la pena mía, Sevilla en Semana Santa, y yo sin ver cofradías”.