Anne-Sophie Brasme afirmó en 2001, dentro de su novela más famosa, Respira, que hundirse en la locura quizás no sea una fatalidad, sino una elección. En este caso, la elección, aunque costosa para el autor, puede enseñarnos que nadie está exento. Dos años después de sufrir un proceso de trastorno bipolar y ahora que la «normalidad» va pareciéndose cada vez más al punto de partida en el que Raúl se encontraba antes de su crisis psicológica, es hora de pararse, tomarse un respiro y ahondar en una serie de reflexiones. En este caso, la elección es clara: el autor, con gran vis didáctica, quiere no solo sacar conclusiones propias, sino socializar un proceso mental concreto y complejo en forma de trastorno bipolar.
El lector no se encuentra ante un libro de autoayuda a la usanza, tampoco ante un lastimero ejercicio de autocompasión, sino ante la necesidad de sacar conclusiones frente a una enfermedad mental. No por manido y tópico debemos alejarnos de la constatación de una verdad de Perogrullo: todavía, a día de hoy, la enfermedad mental es un verdadero estigma. Cualquiera comunica con cierto desdén o hipocondría, dependiendo del carácter, el hecho de sufrir una gripe, una torcedura de tobillo o una disentería; sin embargo, seguimos cuidándonos mucho de admitir cualquier tipo de padecimiento mental. Va siendo hora, pues, de aprender a verbalizar y socializar cualquiera de las manifestaciones relacionadas con la enfermedad mental. Raúl lo hace, nos vuelve a abrir en canal su propia realidad con la serenidad que otorga el paso del tiempo y el necesario duelo, pero también con fina ironía y grandes dosis de sentido del humor. En los primeros capítulos, Raúl nos recuerda cómo puede cambiar la vida de un día para otro y de qué manera podemos descender de los cielos a los infiernos. Una vez constatada esta realidad y manifestada la enfermedad con toda su crudeza, el autor hace un repaso sobre la necesidad del tratamiento y la consciencia de que hay que someterse al sabio consejo de los profesionales de la sanidad pública. La importancia del apoyo familiar y de los amigos, la psicoterapia y el autoconocimiento, son capítulos indispensables en este proceso. No obstante, el enfermo no debe engañarse, la conclusión es que el proceso es largo y complejo, y a un pasito adelante muchas veces le acompaña otro hacia atrás.
Como dijo Camilo José Cela, «el que resiste vence», y en esa resistencia, entre otras tantas, se encuentra Raúl, consciente de la necesidad de tratamiento, pero también de que de esta crisis, como de otras, se sale, y además reforzado.